La Zaratustra posiblemente sea una de las vías más conocidas del valle de Ordesa y es entre todas, la que tiene la lista de aspirantes más larga, posiblemente debido a la atracción que ejerce desde el suelo la visión del perfecto techo que domina la parte intermedia de la pared.
Yo, como muchos otros, sentí las ganas de superarlo antes incluso de haberlo visto desde la base de la pared y sin ninguna duda, desde la primera vez que pasé bajo la muralla del Gallinero, esta vía pasó a ser una de las grandes cuentas pendientes del valle. Y tuvieron que pasar varias temporadas hasta que se dieron las circunstancias adecuadas para escalarla.
El pie de vía esta señalado con una ‘Z’ en la pared. En cuatro largos bastante directos te plantas bajo el techo, desde donde «in situ» es bien visible la famosa hilera de clavos colocados hacia abajo;
Con muchas ganas y determinación te lanzas para alcanzar ese punto, el final del techo, del que sabes que una vez pasado, no habrá vuelta atrás ni retirada fácil. Cuando llegas al final el ambiente es único, colgado del estribo, balanceado por el aire y con todo el valle bajo los pies.
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Superado el techo, se gana en ambiente y en dificultad, resultando una escalada desplomada y exigente donde hay que hilar fino y no bajar la guardia.
Esta segunda parte de la vía por sí sola es merecedora de los mejores calificativos y hay que admirar el buen hacer de los aperturistas que dejaron el material justo para seguir el itinerario, en estos últimos largos la sensación de vacío es absoluta. Cuando miras abajo desde las reuniones, la pared desaparece bajo los desplomes y los grandes bloques y contemplar el valle desde allí es un lujo inexplicable.
Tras acabar la vía, el camino al valle te devuelve de repente a la «normalidad» donde te entremezclas con los turistas y paseantes incapaces de imaginar las sensaciones que acabas de vivir tan cerca, pero a la vez tan lejanas.
Sin duda, se trata de una vía difícil de olvidar.